martes, 22 de abril de 2008

Cuento "La paloma negra" - Protección contra la discriminación

Este cuento lo utilizamos para trabajar sobre el derecho a la protección contra la discriminación:

La paloma negra


Nadie sabía cómo había llegado hasta el palomar la paloma negra, pero cuando en la madrugada se despertaron todas las que habitaban en Palomar Blanco, la descubrieron en seguida. Las blancas comenzaron a cuchichear, la miraban con desconfianza y le hacían gestos amenazantes. La negra sintió ese rechazo y quiso iniciar una conversación amable con las que estaban más cerca.

-¿Qué tal amigas? ¿Lindo día, eh?

Fue todo lo que se animó a decir. Las otras replicaron con enojo.

-Callate, no hables. ¿No te das cuenta de que no eres como nosotras?
-¿Qué viniste a hacer aquí? ¿No te da vergüenza andar con esas plumas negras?
- No pensarás que te vamos a aceptar aquí.
-Nosotras tenemos prestigio.
-Nosotras tenemos fama.
- Nosotras tenemos reputación.
-Nosotras tenemos plumas blancas.

La negra intentó contestar todas esas tonterías pero no la dejaron. Empezaron a picotearla y a revolotear a su alrededor, golpéandola con las alas y arañandolas sin compasión. Logró salir del palomar y voló un corto trecho hasta una rama cargada con hojas que podían protegerla. Las blancas más agresivas la siguieron hasta allí y reanudaron sus ataques.
Una la golpeó fuerte en el pico y perdió el equilibrio. Sintió que caía. Alcanzó a reaccionar poco antes de llegar al suelo e inició un vuelo torpe porque todavía estaba aturdida. Le dolía la cabeza, las alas parecían acalambradas, respiraba con dificultad. Pero lo peor era la tristeza que tenía. Le dolía en el corazón la intolerancia de las blancas. Con gran esfuerzo, pudo normalizar el vuelo y retomar altura. Cuando miró hacia atrás descubrió que una nube blanca la seguía. Era una bandada de palomas que no querían que se escapara. No podía entender porqué sentían tanto odio. Redobló su esfuerzo y ganó más velocidad, pero las blancas se acercaban. Vio adelante las montañas, que se alzaban como una pared imponente. Pensó que si lograba pasar al otro lado, la dejarían tranquila. Le faltaban las fuerzas, pero lo intentó. Logró cruzar la cumbre y comenzó a planear, un poco más tranquila. Sin embargo, se asustó mucho al ver que las blancas también cruzaban y continuaban la persecución. A lo lejos, en el fondo del valle, en una agradable arboleda, divisó otro palomar. Aunque ignoraba que podía encontrar allí, decidió buscar ayuda. Apenas podía sostenerse. Estas palomas la recibieron cordialmente. La apantallaron, la sostuvieron, le dieron ánimo. Cuando pudo distinguir a tan amables compañeras, observó que todas eran negras, como ella. Entonces les dijo:

-Las blancas me persiguen.

Sus palabras fueron como una orden. El palomar entero se estremeció con el aleteo vibrante de las negras, que ya habían divisado a las blancas que bajaban de las montañas.

-¡Al ataque! - gritó la que parecía la jefa general, y todas las negras se lanzaron al vuelo... y ella también, porque no quería perder esta oportunidad, que la convertía de perseguida en perseguidora.
-Ahora van a ver - pensaba mientras se sumaba al ejército de negras y veía con alegría como las blancas giraban para retornar a su lugar. Pero las negras no le darían tiempo. La batalla era inevitable. Seguramente, las blancas, cansadas de volar, pensaron que no era conveniente un enfrentamiento aéreo, y bajaron rápidamente a la zona del pantano ceniciento, un charco sucio rodeado de ceniza que se había formado después de la última erupción del volcán.
Allí combatieron blancas y negras hasta quedar agotadas. Todas quedaron malheridas. Cuando quisieron reagruparse para la batalla final, quedaron confundidas. Nadie sabía quién era quién. Ya no había blancas y negras. Todas eran una mezcla de blanco y negro, resultado de revolcarse durante la pelea en la ceniza y el barro. Y todas tenían alguna mancha roja causada por la sangre de las heridas.
Entonces todas se dieron cuenta del error que habían cometido. Aquí no hay blancas ni negras - reflexionaron. Sólo hay palomas. Y retornaron a los palomares. Pero no todas regresaron al suyo. Resolvieron que, en prueba de amistad, un grupo de blancas se fuera a vivir al palomar de las negras, y un grupo de negras iría al de las blancas.

-¡Somos palomas, somos palomas! - cantaban mientras se perdían en la altura.

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